Recuerdos: La Parranda Jaraguense de Raudy Dotel

Villa Jaragua, 1999: Era una tarde fresca de diciembre, y la brisa jugueteaba con las hojas de los mangos, llevando consigo el aroma de la Navidad dominicana. En el patio de la casa de Chichi, unos taburetes de madera se apilaban en un rincón, preparados para la parranda de esa noche. Los hombres afinaban las guitarras, se hacían chistes sobre la reciente llegada del español, y las mujeres preparaban arenques en una paila sobre un fogón improvisado.

“¡Ay, Raudy!” gritó La Telera, “con esa voz tuya, vas a hacer que todas las muchachas del pueblo nos caigan aquí esta noche”. Raudy, con su sombrero alón y su camisa de cuadros, soltó una carcajada, "¡Y si vienen, mejor pa' nosotros, que se arme la fiesta grande!" 

Tony Luciano, con su botella de ron en mano, levantó la vista y dijo, “Ese ron está más bueno que un chivo guisao', pero me pregunto cómo le hará este españolito”. El joven español, sentado en el rincón, miraba todo con ojos curiosos, tratando de entender cada broma y cada dicho, mientras Evelin, su esposa, le traducía y le explicaba el sabor del arenque.

Odalis, siempre el bromista, se acercó al español con una gran sonrisa y dijo, “¿Listo para la serenata, compadre? Aquí en Jaragua, cuando cantamos, lo hacemos con el corazón y los pulmones bien abiertos, ¿eh? ¡Así que a ensayar ese grito de fiesta!”.

Mientras la noche caía y las estrellas brillaban en el cielo, Guaroa apareció en la entrada, con cara de pocos amigos. “Oye, que mi mujer me tiene en cama 'prisionero', pero vine a ver cómo tratan a mi guitarra”. Todos rieron y Chichi le gritó, “¡Esa guitarra está en buenas manos, compa! Y mira, si te portas bien, te guardamos un vasito de este ron”. Guaroa soltó una risa y señaló al español, "¡Cuida'o, que ese ron es pa' hombres del campo! No sé si esos españoles aguantan eso".

La noche continuó entre risas, música y canto. Raudy Dotel, con su potente voz, lideraba cada serenata, y el español, aunque al principio titubeante, al final de la noche ya cantaba a todo pulmón, aprendiendo de la pasión y alegría de los jaraguenses.

Y así, entre guitarras, risas y ron, la parranda de esa noche quedó marcada en la historia de Villa Jaragua como una de las más memorables. Porque, al final del día, lo que importa no es de dónde vienes, sino con quién compartes esos momentos especiales.